viernes, 28 de mayo de 2010



LAS DIOSAS ESTÁN ENTRE NOSOTROS




MishaDOMAI.Slationoff
Diosa de la lluvia.Escultura huaxteca
Sileno. Anfora antigua








Octubre. Ha pasado un año desde el último. Y meses, desde la última vez que nos hablamos. Desde la ventana del blog sigo esperando que, al menos, me deje un comentario. Inútilmente, aunque sé que me lee. Han pasado tres meses, ocho semanas, algún período de tiempo, indefinido pero preciso, desde que subí el último post.
Nostalgia, saudade, melancolía, sinónimos de esas cosas habituales en mí.
Había entrado a la sala del chat y escrito: "pensé que ya no querías saber más de mí".
Contesté, sí, ya sabés... esas tonteras. Infantilidades mías. Algo de eso. Defecto humano.
Pareció sorprendida. Quizás esperaba que yo la atacara, recriminara, insultara. Algo de eso.

- ¿Tal vez podamos juntarnos para hablar, recordar cosas?- pregunté con dudas.
- Sí. Estaría bueno - pareció entusiasmarse.
- Vienen las vacaciones de julio, así es que tendremos tiempo para... ¿Te pinta...? .
- No, no – escribió - Sé que te vas a calentar, pero no puedo hasta dentro de una semana... es que no lo entenderías!, pareció contestar, cortándome, la pregunta mental que no había llegado a formular.
-No. Mejor dos, o mejor aún, tres. Sí, sí, hasta dentro de tres semanas... Y ahí vemos.
O sea, volvía a lo de siempre desde el último verano y después de los jazmines.Patear hacia adelante, no vernos, no hablarnos, misteriorizar...

Una fugaz, lacónica pregunta en el chat: “¿Hola, qué hacés...?.” tres palabras , seis vocales, algunas consonantes. Así fue que comenzamos.

Yo quería olvidarla por fin. Desterrar para siempre la memoria epitelial que la contuvo. Pero antes, volver a tomar con ella una última cerveza, negra. ( Le encanta la cerveza, pero negra. La cerveza, obvio, sería una excusa ).
- ¿Por los viejos tiempos, te pinta?

Un pack de Barba Roja, esa malta especial y morena, artesanal, es lo que había traído de Santa Fe, para festejarnos después de la primera vez. Y una jarra litrera, en cerámica natural San Lorenzo, el mejor envase para tirar una cerveza con espuma, con un asa grande para sostenerla con seguridad y una boca ancha para que los labios quedaran con espuma sobre ellos.
- Tengo un moustache blanche - dije riéndome.
- Mustach blanc - me dijo ella con seguridad, porque sabe francés. Y otras románicas.
- Todas vienen de cuando Roma era una pequeña aldea" - había dicho - Francés, catalán, gallego... Latín, obviamente.
Pero en ningún idioma quiso llevarse la jarra a su casa. Dijo: Aleph, Beth, buena ama de casa es más valiosa que las perlas; el corazón de su marido debe confiar en ella, citando las dos primeras letras griegas del Libro de Los Proverbios- Mi viejo, vos sabés, no debe sospechar.
- Entiendo - dije yo, creyendo que entendía. Ouí.Ces't 'l'importanté. Ella se rió por mi pésimo francés, románico o no. Era octubre. Octubre del año pasado. Los jazmines en parra de mi patio habían empezado a prepararse para aromar el nacimiento del verano con sus azahares.
- Juntémonos para hablar, ¿ah? - le había preguntado un año después de aquello, pero en castellano.
- Sí, sí. Por los viejos tiempos. Después de todo, nos lo merecemos, ¿verdad?
- Claro - dije yo. Pensaba que tomaríamos una cerveza negra en la vereda de algún bar, de alguno de los muchos que hay por acá, pero en la vereda, donde se pueda fumar todos los cigarrillos que se quiera. Que yo quiera. Porque yo fumo y mucho. Ella no, pero no le molesta que fume. Aquí no se puede fumar en espacios cerrados. Una ordenanza municipal y una ley provincial prohíben hacerlo en lugares públicos.
- ¿Prohibido fumar, acorta la vida, peligroso para la salud?. Los cerdos burócratas cuidan la salud, por la vida - había dicho ella - pero nada dicen de las 2.58o personas asaltadas con violencia, de las 36 que mataron violentamente, de las 4 violaciones y sus embarazos violentos, ni de las subrepticias escaladas donde entregaron fotos de sangre y putrefacciones a las dos menores violadas para que no abortaran diciéndoles que el aborto es una violencia extrema. Pero ni una palabra de la extrema violencia de la violación. Extraña gente estos humanos que se preocupan de la salud pensando en el humo de un cigarrillo.
- Sí, coincidí yo. Nos prohíben fumar y antes nos prohibieron hacer el amor en vez de la guerra. Sí, extraños somos, acuerdo con vos. Hoy, nos venden la guerra como un artículo de necesidad y urgencia, por designio de Dios. De Dios-doble-v Bush, dije tratando de ser irónico.
- ¡No!. No lo son. Esos... son humanos muy humanos. Caricaturas de dioses - insistió ella en Altos del Potrerillos, sobre la boca de un manantial extraña, antropomórfica, inquietantemente femenino.
- Es una de las diosas del agua. Huaxteca - contestó su voz a mi mirada
- De su orgasmo intenso nace esta agua pura y abundante. Hay una exacta representación de ella en el Tecnológico de Ciudad Madero- completó mi interrogante esbozando una línea de sonrisa, mientras recorría con sus manos la forma del sombrero vúlvico.
Suspiró largo y profundo, con su mirada y su espíritu en otra parte.
- Otros humanos, en diferentes culturas, las llaman Ninfas, o Núberes, o Knospes...Mayu Maman le decían los antiguos diaguitas, pieles oscuras, diosas rubias...
Suspiró aún más profundo. El aire a nuestro alrededor pareció arrebolarse.
- Quishuas andinos, grecos mediterráneos...es el mismo simbolismo hídrico... la fertilidad, la vida. Todos venimos de la misma fuente, del Agua. Ella es nuestra Madre - dijo deshaciendo las tiras de cuero de sus sandalias, mientras miraba un tanto preocupada hacia atrás.
- Por aquí cerca andan los sátiros, con sus vergas siempre listas. Lujuriosos. Insaciables - dijo subiendo la vista hacia la falda de la montaña, como si los estuviera viendo encabriolarse entre las fumarolas que trepaban el amanecer desde la vega.
- Los humanos son extraños - volvió a repetir, ensimismada, ya con los pies desnudos danzando sensualmente dentro del agua borboteante, que parecía cantar acompañando el movimiento
- Algunos quieren ser dioses, y lo echan todo a perder- dijo con sus manos en el agua y la mirada otra vez más allá de sus ojos.
- ¡Altos del Potrerillo es español, insignificante, contemporáneo, superfluo!- para luego, sin mover los labios, entonar en suave letanía, algo así como "chuyachiy... yaku ".
-Yaku es agua en quichua. Y Yaku´i es el espíritu que en forma de flauta canta en el fondo del río. Eso es Kamaiura, del Amazonas. Pero las Amazawn...
Se calló entonces, pero sus piernas siguieron cantando movimientos, entrando y saliendo entre los borbotones crujientes y helados. Pareció extrañarse que la piel, de suyo blanca, hubiese quedado azul .
Un año después desde aquel entonces, negligencia de los operadores, humanos, obvio, hubieron dos derrames tóxicos y contaminaciones diversas de aquellas aguas de antigua pureza, pretéritas de insignificantes españoles y trascendentes quichuas. Kilómetros abajo de donde estábamos, las aguas del Río Mendoza, arrastraban terrosidades y suciedad. Era octubre y habían comenzado los deshielos.


- Sólo agua, gracias. Un vaso con agua - me había dicho después de hacer el amor la primera vez. Y fumamos. Yo, fumé. Después de beber un jugo natural de naranjas, con un poco de vodka. No, no era vodka, era ron. No ron cubano. No un Habana Club ni un Guayabita. Ni un Black Jamaica. (Los cubanos son mejores, el Guayabita el más sabrosón, pero a ella le traían malos recuerdos, y acá no se consiguen, ni el cubano ni el jamaiquino. Me refiero al ron).
- Naranja y un Guayabita para mí. O un mojito a la Vicenzo. ¿Y para vos?
- Agua. Natural. Un vaso. Gracias.
Bebidas adecuadas a la historia de cada uno, para después de hacer el amor. O durante. O antes. Pero cuando quiera que fuese o bebiese, que le sirviera para olvidarse del chileno nacionalizado cubano y de su ron, porque la tuvo mal de amor. Muy mal.
- La puta madre que lo remilparió a ese hijo de mil puta. Ojalá que la verga se le pudra. Es lo menos que le deseo - me contó en el chat.
A la puta madre que lo parió, o hacia donde la profe le mandare o mandase los Oceánicos huracanes que lo barrerían del mapa. O de Chiapas, o Tenochtitlán, o donde quiera que estuviera o estuviese haciendo sus defecaciones académicas, y/o sus defecciones políticas y/o sus cagadas afectivas, "pero que la chota se le caiga a pedazos. Y aún así, no sufriría lo suficiente", dijo con furia en su mirada y en su voz.
Yo pensé, lástima, qué mala suerte lo que les pasó, porque ella, como yo, adora cuba y a los cubanos. Yo, más a las cubanas, obvio, sobre todo a María de Los Mares. Bebiendo naranja y ron, o un mojito a la Vicenzo, y ella agua clara y natural. María de los Mares no. Ella sí bebía ron cubano. Y de qué manera.
Bebidas refrescantes y estimulantes, para después de hacer el amor, o durante, o antes, como quiera que sea fue a causa de Cuba y los cubanos que el 26 de julio del año pasado la había descubierto en el "escritodesdeacá.com.ar", un colectivo de estudiantes avanzados de la UNCUYO.
(El foro es muy bueno, por si les interesa el dato, y además, tiene el bonus trak de cantautores originales acompañando algunos de los escritos).
Aunque participo frecuentemente, siempre he desconfiado de esos virtuales, mentirosos e improbables lugares como sitio para descubrirse el alma, al menos el de una Nereida.
- ¿Porqué el nombre si se puede saber?
- Es un pseudónimo, de mi primer cuento corto. ¿Lo leíste?
- Nop, he estado un poco encerrado últimamente, ya sabés, esas cosas mías. Así que... ¿Una Nereida?
- Nereidas, en realidad... Eran cincuenta, las hijas de Nereo y de Doris.
- Ah, claro, diosas, como vos - dije yo. Ella se sonrió con esa sonrisa misteriosa.
Su boca sonreía, no sus ojos.

Nombre de diosa, más que de escritora, a Nereida la fuí descubriendo a partir de aquel octubre, cuando, en un coffe-bar, frente al Hospital de los Españoles, le agradecí a la tecnología el haberme permitido conocer a la mujer real que sustentaba el alma de la persona que en la ficción se llamaría Nereida, y que en la realidad de la ficción, la mujer novelista había creado para protegerse del Baco-Sileno que yo encarnaría cuando ella descubriera la abundancia de botellas de Jamaica, Chile, Venezuela y Puerto Rico que guardaban en su interior el aroma de las mujeres que habían viajado de la virtualidad de los chats a mi cama, o escapado de las sábanas para volver a la virtualidad.
- ¡Pero si sos un mujeriego! - habría exclamado Nereida al contar una por una las botellas de ron, de vodka y de bourbons que desfilaban mi prontuario frente al espejo del bargueño, aquella primera tarde de octubre. Después, nuestros encuentros fueron tan seguidos como las primeras páginas de su novela "Los dioses están entre nosostros" y tan urgentes como las últimas de mi "Antiguos Soles". En este año que pasó, su novela llegó a la imprenta tan rápido como la mía al cesto de los papeles. Ambas tuvieron el destino que mejor se merecían.

Antes de aquella cerveza frente al Hospital de Los Españoles, mucho antes de tomar nuestro primer vaso de agua clara ella, y naranja y ron yo, y mucho antes de hacer el amor, obvio, es que ella había comenzado a entretejerme el epitelio con nudos marineros, aunque virtuales.
Virtuales pero contundentes, las palabras de Nereida encendían el fuego del Jasón y de cuantos argonautas como yo la leyeran. Y mucho más, si la conocían, supiesen nadar o no en las aguas de su sensualidad, fuesen o no en busca del estúpido vellocino de oro, en vez de las perfectas curvas de su cuerpo.

¿Que si me fuí por las ramas?.No no, es que si los humanos somos complicados...entender a una diosa... A ver. Lo nuestro había empezado en el chat. Yo tengo banda ancha full full. Ella, conectaba desde el cíber que está a una cuadra de su casa, "lejos de la mirada de papá", escribía:
- "¡Yo no tenhp fltss de prtpgrafía, es éste teclado verga!"( m.sic)
"La elección en el recotorado está para el culo. Te digo más, si lo eligen a Perez Narvaez como decano, voy y me corto una teta"( f.sic);
"los putos consejeros de la facultad me chupan un güevo" (p. sic);
"yo no soy una de esas minas histéricas como la titular de Historia Antigua y Medieval. O la Decana. A ellas les falta una buena cojida. Con una verga así de grande".(f.sic). Y ampliaba a considerable distancia sus manos de dedos finos y delicados.
- ¿Y vos? - Pregunté yo, entrelazando esos dedos, más de artista que de escritora.
- Yo, no. Cuando quiero cojer, voy y cojo. ( sic y sic)
Decía eso y su sonrisa ya no era sensual, sino exquisitamente intrigante. Su sonrisa. No su mirada.

Me asombraba su lenguaje desprejuiciado de falsos convencionalismos en las conversaciones reales, tanto como me apasionaron los diálogos de su novela entre Silenus – Gilgamesh por Oréades, y la mezcla de Afrodita, Artemisa y Hestia, para nada Hera, aunque Nereida fuese más real que el cubano-chileno “Gilgamesh” ( su seudónimo de escritor)
El pseudónimo, el pseudo escritor, mejor dicho, es el que había seducido primero, luego hecho perder la virginidad, y más tarde puesto, a la entonces estudiante de literatura, una docena de cornamentas entre Varadero y la Habana Vieja. El real escritor Robin Wood había hecho del Gilgamesh de historieta un tipo solitario, seguramente una necesidad del guión, pero en la historia que a Nereida le dibujó para la tesis el cubano, una suerte de animée, el Inmortal parecía un súper héroe al estilo de...
- ...las historietas yanquis, donde los súper héroes son súper putos. Aunque entre los calzoncillos amariconados les muestren un bulto que pareciera un vergón.
- Pero si en el café vos me dijiste que él...
- Es el más puto de todos. Me chupa un güevo su opinión.
- Un ovario, en todo caso. Sería más apropiado.
- Ahá, sí, pero no suena igual. Menos ahora. ¡Y dejá de mirarme el culo!

Me gustaba su lenguaje desprejuiciado y pendex, el cual sin embargo, escondía tabúes contemporáneos y unas paradójicas y freudianas contradicciones relacionadas a su...(Acabo de notar que no me gusta cómo suenan en el texto las palabras escatológicas. Raro, pero cierto. Lo mío debe ser algo freudiano también).
Lo concreto es que ella era desprejuiciada en el lenguaje de las palabras y yo en el metalenguaje de los cuerpos. Me excuso de detalles acerca del tal metalenguaje basándome en el clásico de Epiménedis el Cretense y en lo aseverado por Russell en su introducción al Tratatus Logicus Philosóphicus de Whitgenstteins, "lo que puede ser mostrado no puede ser dicho". O sea, está claro, ¿no?.
En cuanto a lo formal de nuestra relación y por la cual llegamos a las sábanas a pesar de la cerveza negra, o mejor dicho a causa de ella, yo reía cuando hacíamos el amor y ella había dejado de llorar cuando lo hacía. Algo freudiano, sin duda, además del metalenguaje. Pero no hablábamos durante. Sí antes. Mucho. Y bastante después de. Durante, no le gustaban las luces fuertes. En realidad, ningún tipo de luz, y menos que viera su cuerpo desnudo, ni que alabara sus piernas ("esas largas sinusoides singularmente perfectas") y menos cuando venía de su sesión con el siquiatra. Con la psiquiatra. Psicóloga. ¿Cómo se llamaba, se llama?. ¿Sería cierto que iba a la sicológa, a lo de... ¡Marta! ¡Se llamaba Marta Pincolla!
- Raro nombre - había dicho yo ¿Es mapuche?.
- No, Pincolla... La Pincolla, así la nombran los humanos de la Isla de Chiloé. Es otra semidiosa - había dicho ella con esa expresión intrigante. De su boca, no de su mirada.

¿Sería cierto que iba a lo de Marta, fuese Pincolla de origen mapuche o chilota, y que la psiquiatra la encontrara mucho mejor desde que nos acostábamos para hacer el amor, aunque fuese en la obscuridad y en aquellas largas horas del intenso trópico de montaña al amanecer, que Nereida prefería a los tranquilos valles poblados de fértiles uvas del atardecer, porque allí era donde Silenus destilaba sus brebajes para emborrachar de pasión y sexo a las mujeres, fuesen éstas diosas, o simplemente humanas? ¿Habrá existído Marta Pincolla, o sería otro de las desdobleces con que a veces me desconcertaba cambiando abruptamente de psiche?
Por las dudas, sería prudente cambiar el nombre de Marta, ficcionarlo. Tal vez sea cierto que exista. Y si se reconoce en el blog tal vez pueda iniciarme acciones legales.¿Cuáles? No sé, pero no debe gustarle que utilice su nombre y menos que me acueste con una de sus pacientes, eso es seguro. Aunque Nereida dice que debería conocerla, así ella deja de hablar de mí y yo de analizarla a ella. A Marta y a Nereida, me refiero.Respectivamente.

Como quiera que sea, el Silenus de su novela inspirado por mí, fue declarado especialista en culología, ( hablando de metalenguajes y de Freud) y obligado a colocar una placa de cerámica en la puerta de su casa, que en la Creta de la Cuarta Oeste, explicitaba: Licenciado Vicenzo Trentacoste, mediterráneo, experto en culos, y escribiente del tratado fundacional de la PACOLA, Primera Asociación de Culo Observadores de Latino América.
-Del Mercosur sería más apropiado - dije yo.
- Los culos de las brasileñas son perfectos - dijo ella ensimismada, ignorando mi corrección - Y no es con Pilates, precisamente. No. Esos culos son de diosas: Afrodita, Inanna, Astarté, Turan, Venus, Freya, Ushas. De originalidad Griega, marca románica o contundez nórdica, como quiera que las nombren los humanos, son perfectos. Sin embargo había gritado ¡dejá de mirarme el culo! cada vez que me sorprendía mirándoselo ( y siempre me sorprendía) . Y como siempre, me lo decía con furia. En su mirada, no en sus labios.

Ella podía decir culo sin problemas, pero al igual que Atenea, que nació armada de la cabeza de su padre, así ella podía recurrir al suyo para batallar un estentóreo "¡Papáa, aquí están comparando mi culo con una frutería!" (Yo había escrito, y se lo estaba leyendo: “crocante redondez, manzana del Tunuyán...” Era por celular que estábamos hablando, ella estaba por comer una horiatiki, toda aderezada, obviamente, en aceite de oliva, y acompañado de queso Feta). Ahí fue que pegó ese grito y se oyera claramente la voz recia de su padre siguiendo con la "broma" ¡el que se mete con el culo de mi hija será decapitado sexualmente!
El padre podría decir culo sin problemas, como la hija, pero a mí el teléfono se me cayó de las manos, y "el rojo de los atardeceres en Potrerillos" fue demasiado pálido ante el incendio de mi cara, aunque nadie me estuviese viendo. Pero sí escuchando, nada menos que su freudiano y greco progenitor. El mismo que supuestamente nada sabía que era yo, no el Silenus- Baco de ficción, sino el Vicenzo por el cual, en octubre del año pasado, por ese “obscuro objeto del deseo”, la Nereida real había derramado sensualidades de Afrodita en el mar de mi humana cama de la Cuarta Oeste).

Pensándolo bien, siempre fue desprejuiciada en el lenguaje, pero, no en el momento de hacer el amor. Ah, y casi siempre, subconcientemente ¡o no? algún hiriente chascarrillo antes, o después de hacerlo, hacia mí: "Vas a lo de La Turca porque es un boliche gay, no porque actúen tus diálogos del "Zen o no Zen" (una pretendida farsa bizarra, única obra mía que ha llegado a la luz pública)
- Tenés un hermoso culo, deberías actuar ahí, en vez de escribir.
- Tomate el palo - me enojé esa vez.
- Pero si tu culo es menósculino y masfeménino - dijo ella mirando hacia la nada. Serías más famoso que Florencio de la Vego. Pero usá un seudónimo más apropiado. Vicenza Trentacoste suena a vieja bigotuda .

Ese tipo de "chanzas" me incomodaban mucho. Siempre se lo dije, porque yo podía extasiarme con su derriére-crí, pero no nombrarlo, ni hacer evidente que lo miraba, ni ponerle diestra u siniestra sobre él, y menos tomarla por allí previo a llevarla a la cama ¡y mucho menos “lo otro”! - aún recuerdo el golpe de rodilla con que me bautizara las gónadas - aunque después hiciéramos el amor, y yo no pudiera decir que "cojíamos", verbo que, por otra parte, desterraré para siempre de este escrito. ( Sospecho que cuando escribo, ella me espía, temible y certera, por sobre el hombro.)

En octubre los jazmines de mi patio comienzan a largar hojas secas preludiando la floración que para noviembre inundará de blanco y embriagante aroma de azahares el patio de roja baldosa españolada. Debajo de aquellos fue que tuvimos las largas charlas en que ella hablaba, con sencilla naturalidad, por horas y sin cansarse, de los dioses griegos. Y de las diosas, obvio.
(A pesar de su encantadora y desconcertante juventud, en que el tiempo parece no suceder nunca, ya es profesora y doctorada en historia y literatura antiguas, y con sus rulos desparra mados por la cara, idéntica a La Gioconda). Pero más hermosa, aunque igualmente misteriosa. Exquisitamente griega en las sinusoides, un tanto más delgada que las del período clásico, en suma, inquietantemente griega. Como el padre. En la mirada, en la voz, y en el todo de su cuerpo, respectivamente.

El cuatro de octubre (de este año, obvio) la ví saliendo del Banco Nación, en compañía de un tipo atlético, alto, muy alto, soberbiamente canoso, trajeado de ejecutivo yuppie. A la vista, mucho mayor que ella. Nereida, con una camisa fresca y entreabierta, y ese jean ajustado, de tiro muy corto, que mostraba muy insinuante la perfecta redondez de "su".
Ella caminaba al lado del tipo mirándolo, no como la diosa que es, sino como la mujer común, mortal y simple, mira embelesada a su amante. Aunque estuvieran por la calle, y nadie pareciera darse cuenta del detalle. Para mí, inquietante detalle.
Yo toqué el claxon, pero el infernal tránsito de ese viernes a mediodía le impidió escucharlo. Ellos siguieron caminando por España, yo aceleré hasta Espejo, dí una enloquecida vuelta a la manzana, esperando encontrarlos en la bocacalle frente al ex Banco Hipotecario. Pensaba decirle ¡hola, eh! ¿nos juntamos esta tarde por la cerveza?, aunque por dentro estaba pensando que el tipo alto debía ser, indudablemente, por quién Nereida había dejado de escribirme, pero, sobre todo lo demás, ella había vuelto a llorar y yo empezado a dejar de reír.
Sin embargo al completar el giro, ellos habían desaparecido y los furiosos bocinazos atrás mío me impidieron quedarme más tiempo. Ahí empecé el post. El cuatro de octubre. Quería decirle eso y todo lo demás. Ella contestó exactamente el 19 con el mismo lacónico y fugaz ¿qué hacés? con que todo había empezado un año atrás.
- ¿Sabías que te ví, vez pasada? -dije yo un tanto nervioso. Vos ibas con un tipo alto, canoso, más alto y mucho mayor que vos. Vos lo mirabas embelesada y yo…
- Ya sé- me contestó ella, cortándome - Nos vemos esta tarde.
- ¿Dónde?
- En el Café de los Españoles.
- ¿Tomaremos esa cerveza negra?
- Da igual.
En el café, ese pasillo largo de una sola hilera de mesas, al fondo del costado norte, estaba solamente ella. Y una moza conectada a otro mundo con su MP4.
-Hola, tánto tiempo. Pido una cerveza... ¿Negra, cierto?
- Da igual - dijo ella, abriendo su Note Book, una magnífica y negra Livetti NB. Una cierta inquietud me corrió por la espalda. Algo no anda bien, pensé.
- ¿Así que ahora te dedicás a seguirme.? ¿No tenés otra cosa más importante que hacer, aparte de llevarte minas a la cama con la excusa de la cerveza negra, o el ron cubano?. ¿Qué mierda estabas haciendo?. Mirando culos, seguramente. Bueno, entonces… - dijo ella mientras en un solo movimiento se sacaba los lentes y la remera. Llevaba el mismo brassier de tenue encaje que la primera vez. Luego tecléo varias veces en la NB y se esponjó el cabello, como frente a un espejo. Con esos rulos desparramados por la cara, estaba más parecida que nunca a la Gioconda. Y sonrió, pero no como Gioconda, sino con esa otra sonrisa tan inquietante. Sus labios sonrieron, no sus ojos.

Yo no podía hacer otra cosa que, obvio, mirar hacia todos lados, y estar colorado. Muy colorado. Y sin entender. Aparte de la moza, que seguía enfrascada en su MP4, nadie había para darse cuenta que ella se estaba sacando el sostén y quedaba con sus “pequeños y rosados pechos de pájaro” al aire. Le dije susurrando: escuchame, ¡¿qué estás haciendo?! Vamos a ir en cana. ¿Qué te pasa?
- Siempre quisiste verme desnuda y a plena luz del día - dijo ella con voz de karaoke, sacándose los jeans, esos jeans que tanto le remarcaban la exacta redondez de "su".
-Ey, eh, pero, pero ¿qué hacés? - exclamé tartamudeando.
- ¿Está preocupado el humano fundador de la PACOLA.? - dijo ella mientras que con seca gracia se sacaba también la tanga push up que hacía juego con el sostén. Los anteojos, la remera, el corpiño, el pantalón, la tanga... todo quedó en amontonamiento desprolijo sobre la mesa, mien- tras una descomunal jarra de cerveza, negra, estaba siendo dirigida con fuerza hacia mi boca.
- Esto no está bien, no está bien - creí decir mientras mi boca se llenaba de cerveza y ella quedaba totalmente desnuda , a la vez que seguía tecleando. Sin gracia, sin furia
- Escuchame, Nereida, por favor…- dije mientras se me descolgaba el mustach blanc y mi cuerpo comenzaba a deshacerse, junto con la espuma.
- No soy Nereida – dijo ella mirando, más que a mí, a través de mí.
Luego erguida en toda su espléndida desnudez, se dio vuelta y caminó hacia afuera.
La ví irse, levitando, desde el fondo cada vez más oscuro del largo pasillo, ahora un túnel fulgurante en la dirección contraria. Sus piernas, esas largas sinusoides singularmente perfectas, la llevaron hacia la vereda, que no parecía vereda sino un océano embravecido de negras espumas, por entre la cuales asomaba aquel atlético, alto, muy alto hombre, soberbiamente canoso, aunque ahora también espléndidamente desnudo.
- Es mi papá – me aclaró como si fuera necesario, plegando la Note Book. Él me llama por mi nombre real, Ártemis.

2 comentarios:

  1. si el otro era largo, esto es una biblia...jajaja...paso!
    lei de a cachitos, debe estar bueno...pero es too much de largo.
    y too much de intimo...para mi.
    saludos!

    ResponderEliminar
  2. Andromeda, jah jah, sí, va con tu personalidad de supervelocidad en todo, jah jah, sos divina.
    Pensé que como diosa griega que sos, entenderías mejor la psiquis de este humano que se equivocó al cojer con una semidiosa...y criticarla.Los y las griegas del Olimpo terrenal tenían mucho de éso, y las diosas humanas que andan acá, a la vuelta de un humano humano, TAMBIÉN!
    Grcias por tu visita!

    ResponderEliminar